Al escritor no le tiembla la mano. El léxico está muy cuidado, pensado para provocar la dureza justa. Los diálogos son tan rudos como sus protagonistas. Y sin embargo ellos están provistos de cierta belleza. Por dar un dato sobre la gramática empleada, me ha llamado especialmente la atención el uso de “frases nominales”, muy acertadas a la hora de reforzar la impresión que nos deja la anterior oración. Todo eso crea en el lector cierta sensación de morbo y a la vez de ternura y desamparo. Ha sido una parte intensa y la verdad, me quedé con ganas de más. El libro prosigue con un relato largo, Señor del Moncayo, en el que se unen dos aspectos que personalmente encuentro pavorosos por lo reales: la vejez y la necesidad. [...] Leer RESEÑA COMPLETA